La posibilidad de prolongar la vida mediante la reducción del consumo de proteínas ha despertado el interés de la comunidad científica y del público general, poniendo en duda ideas tradicionales sobre nutrición y envejecimiento. Estudios en animales y humanos apuntan a que comer menos proteína podría activar mecanismos celulares que retrasan el envejecimiento, aunque los resultados todavía generan debate entre los especialistas.
Las primeras evidencias surgieron en la década de 1930, cuando el nutricionista estadounidense Clive McCay observó que las ratas alimentadas con dietas restringidas vivían casi el doble que aquellas que comían sin límites. Con el tiempo, la llamada restricción calórica mostró beneficios similares en levaduras, gusanos, ratones e incluso perros, al estimular procesos biológicos que priorizan la supervivencia sobre la reproducción.
En humanos, el estudio más amplio hasta ahora —el ensayo CALERIE— demostró que una reducción del 12% en la ingesta calórica durante dos años produjo mejoras en el colesterol, la presión arterial y los marcadores inflamatorios. Sin embargo, no se pudo establecer un vínculo directo con la longevidad, ya que el período analizado fue demasiado corto.
Más allá de la cantidad total de proteína, los científicos también analizan el papel de los aminoácidos específicos, los componentes fundamentales de las proteínas. Un trabajo de la Universidad de Sídney reveló que los ratones alimentados con una dieta baja en proteína vivieron un 30% más. En tanto, limitar aminoácidos como los BCAA o la metionina mostró efectos positivos en la esperanza de vida, aunque con diferencias entre machos y hembras.
El tipo de proteína también importa. Las investigaciones señalan que quienes consumen más proteína vegetal presentan menor riesgo de mortalidad que aquellos con dietas ricas en carnes rojas o procesadas. Una posible explicación es que las proteínas vegetales contienen menos metionina, un aminoácido vinculado al envejecimiento celular.
No obstante, los especialistas advierten sobre los riesgos de reducir la proteína en exceso. Una ingesta insuficiente puede provocar pérdida de masa muscular, fatiga, irritabilidad y cicatrización más lenta, especialmente en personas mayores de 65 años. Por ello, los expertos recomiendan ajustar la dieta según la edad y las necesidades individuales, en lugar de aplicar una restricción generalizada.
Ante estas limitaciones, la ciencia explora estrategias personalizadas. Algunos estudios experimentales buscan diseñar dietas adaptadas al perfil genético de cada persona para equilibrar los aminoácidos y maximizar los beneficios sin afectar la salud. Paralelamente, fármacos como la rapamicina y los agonistas de GLP-1, usados en el tratamiento de la diabetes, imitan los efectos de la restricción calórica y podrían convertirse en aliados para prolongar la vida.
Aunque aún falta evidencia definitiva en humanos, el consenso científico apunta a una misma dirección: no se trata solo de comer menos, sino de comer mejor y de manera más inteligente.
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