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La vida de Griselda Blanco, la sanguinaria narcotraficante que despedazó Miami y hasta Pablo Escobar le temía

04/02/2024 | 

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En la tarde del 3 de septiembre del 2012, una mujer de 69 años salió a comprar junto a su nuera embarazada en la ciudad de Medellín, Colombia. Después de salir de una carnicería, dos hombres llegaron en una moto y uno de ellos le disparó dos veces en la cabeza provocándole la muerte.


Se trataba de Griselda Blanco, que llevaba varios años viviendo en la clandestinidad después de ser reconocida como “La Madrina de la cocaína” y la narcotraficante más temida, incluso por el mismo Pablo Escobar. Esa tarde, “La viuda negra” murió de la misma forma en la que ella ordenaba matar a sus enemigos durante su “mandato” en el Cartel de Medellín.


Ana Griselda Blanco Restrepo nació el 15 de febrero de 1943 en Cartagena, aunque muchos aseguran que nació en Santa Marta. Sin embargo, a temprana edad, su familia y ella se mudaron a Medellín, donde pasó gran parte de su infancia.


Según el libro Cocaine Cowgirl, una investigación de la periodista Jennie Erin Smith, comenzó su carrera delictiva como una ladrona de billeteras y a los 11 años ya lideraba una banda de delincuentes de niños como ella.

Se dice que durante ese período, llegó a secuestrar y matar a un nene de 10, después de que su familia se negara a pagar el rescate por subestimarla. Esta sería la primera víctima de una larga lista que la acompañaría hasta el fin de sus días.


Al cumplir los 13, conoció a Carlos Trujillo, un falsificador de documentos y criminal relacionado al tráfico de personas, y se casó con él, quien se convirtió en el padre de sus primeros tres hijos: Dixon, Uber y Osvaldo.


Unos años más tarde, su esposo murió presuntamente de cirrosis, aunque el caso generó dudas y muchos creyeron que ella lo asesinó. Ese fue el inicio de otro de sus temibles apodos, “La viuda negra”.

Más tarde conoció a Alberto Bravo que, a diferencia de su expareja, se dedicaba a traficar cocaína. Así fue cómo ambos comenzaron una relación y lograron hacerse de una pequeña fortuna. Él y Griselda se casaron y decidieron perseguir el “sueño americano” en Queens, en la ciudad de Nueva York.


Allí, “La Madrina” comenzó a reclutar mulas en restaurantes latinos para multiplicar los viajes que transportaban el polvo blanco del país norteamericano a su tierra natal. El producto se llevaba pegado a los cuerpos, en los pequeños espacios que disimulaban las valijas, en la punta de los dedos de guantes de látex y en las pequeñas cápsulas que cargaban en sus estómagos. En ese entonces, el control en los aeropuertos era mínimo.


En cuanto el negocio creció y llamó la atención de la Operación Banshee, una investigación conjunta de la NYPD (el Departamento de Policía de Nueva York) y la DEA (la Administración de Control de Drogas), ambos escaparon a Colombia, donde se cree que Blanco asesinó a su marido en un tiroteo por un desacuerdo.


A fines de la década de los 70, “La reina de la coca” se instaló en Miami, una “ciudad virgen” de violencia que pronto se convertiría en un imán para el mundo criminal. Sin embargo, no estaba satisfecha con compartir el negocio del narcotráfico, por lo cual, junto a su grupo de sicarios liderado por Jorge “Rivi” Ayala, se encargó de “eliminar” a la competencia.

Poco a poco, Griselda fundó su imperio y desató una guerra de violencia en las calles con el objetivo de mantener una red de distribución de drogas de costa a costa. Se cree que tenía más de mil personas trabajando para ella y que recaudaba 80 millones de dólares al mes.


Blanco se casó una vez más, esta última con Darío Sepúlveda, con quien tuvo a su cuarto hijo, llamado Michael Corleone debido a su fanatismo por el cine de mafiosos y la película “El Padrino”. Se cree que también lo asesinó después de que él intentara quedarse con la custodia del chico, aunque ella siempre lo negó.


A causa de su comportamiento despiadado, los negocios de Blanco se fortalecieron y a principios de los 80 se convirtió en una de las mujeres más ricas y temidas del mundo. Incluso, se estima que llegó a rechazar la oferta proveniente de un cartel rival de 15 millones de dólares a cambio de renunciar a su mandato.


Sin embargo, a mediados de febrero de 1985, “La Madrina” fue detenida en una de sus casas ubicada en Irvine, California. En ese momento, tenía 42 años y se encontraba con su madre, Anna, y su hijo menor, Michael.


Antes de su detención, e incluso de la propia investigación, nadie creía que una mujer haya sido la líder de una de las organizaciones criminales más importantes en el mundo.


Durante el juicio, además de acusarla por el negocio de la droga, fue sentenciada a más de dos décadas sin derecho a fianza por tres cargos de asesinato en primer grado, aunque su imperio aún estaba lejos de quebrantarse.


Mientras “La patrona” cumplía su condena en la cárcel FCI Dublin en Oakland, conoció a Charles Cosby, un joven delincuente que la admiraba. Tras intercambiar varias cartas románticas, ambos coordinaron un encuentro y sellaron su “amor a primera vista”.


Con el tiempo, el chico se ganó su confianza, se convirtió en su amante y mano derecha en sus actos delictivos. De esta manera, Blanco seguía siendo la cabeza del imperio más grande de narcotráfico en Estados Unidos tras las rejas.


Aún así, durante su estadía en prisión, asesinaron a tres de sus hijos: Dixon, Uber y Osvaldo fueron masacrados en presuntos ajustes de cuentas lejos de la protección de su temible madre.


En un intento por recuperar su libertad, Griselda le pidió a Cosby que llevara a cabo el secuestro de John F. Kennedy Jr., el hijo del presidente de Estados Unidos John Kennedy. Con dudas y desconfianza, el joven reclutó a un grupo de delincuentes colombianos para que ejecutaran el plan, pero no tuvieron éxito.


Cansado de aquella vida protagonizada por el crimen, el chico decidió alejarse de Blanco y colaboró con los fiscales de Miami para prestar testimonio en el caso.


Griselda Blanco salió de la cárcel en 2004 y fue deportada a Colombia, donde llevó una vida de bajo perfil hasta el 2012.


Y así cómo lo describe la periodista Martha Soto en su libro biográfico La Viuda Negra, murió en circunstancias similares al estilo en el que ella se deshacía de sus enemigos: “Un solo hombre, un sicario de cerca de treinta años, terminó con la vida de la narcotraficante más poderosa y sanguinaria que ha tenido Colombia, que en los sesenta, setenta y principios de los ochenta, inundó de marihuana, cocaína y de descuartizados las calles de Miami, Nueva York, San Francisco y Los Ángeles”. TN



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