El sueño de cualquier padre era tener un hijo como Menhaz Zaman: siempre bueno y cariñoso con la familia, además era estudioso al punto de que a los 23 estaba a punto de graduarse como ingeniero en la facultad.
Papá Moniruz, de 59 años, y mamá Momotaz, de 50, habían emigrado junto con su familia de Bangladesh a Canadá en busca de oportunidades. Y ahora estaban por ver a su hijo recoger el pergamino por el que había trabajado tan duro.Zaman vivía con sus padres, y además con su hermana Malesa, de 21 años, y su abuela Firoza Begum, de 70, en Markham, provincia de Ontario, refleja Mirror.
Moniruz comenzó un negocio de taxis y Momotaz con el alquiler de propiedades. La pareja estaba orgullosa se aseguró de seguir respetando sus raíces. Y como pilares, la importancia de la familia, el estudio y la ética de la verdad y el trabajo.
El joven Menhaz salía a diario de la casa, tomaba el autobús y regresaba hablando de sus estudios de ingeniería mecánica en la Universidad de York. Paso a paso, atravesaba los escalones hasta su graduación, prevista para el 28 de julio.
Incluso ya se charlaba en las cenas familiares la posibilidad de una maestría. Pero la pintura de final feliz no era tal. Un secreto inmenso lo cubría todo, una doble vida inesperada.
Mamá Momtaz y papá Moniruz estaban orgulloso de su "hijo de oro".
La gran mentira
Zaman nunca había comenzado en la Universidad de York. Apenas se anotó en una universidad local, pero rápidamente reprobó las clases. De hecho, después de unos trimestres, allá por 2015, decidió abandonar.
El pequeño detalle es que la familia no estaba al tanto de absolutamente nada. Siguió la rutina de irse de su casa con la mochila y su computadora portátil. Fingió durante años, aunque cueste creerlo.
Halló un lugar tranquilo para jugar los videojuegos con los que estaba obsesionado. Sus amigos no eran de la facultad sino de jugar en línea.
Pero claro está hasta no se puede seguir igual durante años. Siguió con paseos por el centro comercial local y después comenzó a ejercitarse en un gimnasio. Su familia jamás sospechó ni el comportamiento de Zaman generó sospechas.
Asesino inesperado
Un día antes del acto de graduación, comenzó el siniestro plan. Alrededor de las 15, asesinó primero a su madre golpeándola con una suerte de palanca y cortándole la garganta con un cuchillo de cocina.
Luego llegó el turno de su abuela, la mujer que se encargó de parte de su crianza cuando sus padres trabajaban.
Lejos de mostrar algún remordimiento, Zaman jugó videojuegos durante horas e incluso tomó una siesta mientras esperaba que su hermana volviera a casa. Cuando Malesa entró por la puerta, la golpeó en la cabeza y también le cortó la garganta.
Aquel "hijo de oro", como solían llamarlo, a esta se había transformado en un asesino despiadado, que completó su matanza cerca de la medianoche cuando llegó su padre: golpe en la cabeza y lo degolló.
Predecir el próximo paso de una mente perturbada era imposible. ¿Llamar al 911 o huir? No, no lo hizo. Confesó sus crímenes a sus amigos de juegos en línea. "Acabo de matar a toda mi familia”, escribió, y dijo que probablemente pasaría el resto de su vida en prisión. Pero como nadie podía creer lo que estaba contando, envió algunas fotos de los cuerpos y una selfie con un cuchillo ensangrentado.
El joven asesino se quedó con los cuatro cadáveres en la casa de Markham, Ontario, Canadá.
Acusación y cargos
Zaman fue arrestado e inicialmente acusado de cuatro cargos de asesinato en primer grado, amplía el periódico británico.
Declaró ni más ni menos que la verdad, paradójicamente: había matado a su familia porque estaban a punto de descubrir que había mentido durante años sobre su educación.
Los investigadores descubrieron mensajes de texto que reconocían que había estado "planeando esto durante tres años". Y que si bien era un “patético cobarde” y “infrahumano”.
En septiembre de 2020, Zaman se declaró culpable de tres cargos de asesinato en primer grado, relacionados con su abuela, padre y hermana, y uno de asesinato en segundo grado relacionado con su madre, detallan.
Dos meses después, Zaman se enfrentó a una sentencia en una sala de tribunal virtual restringida por la pandemia de coronavirus, y no esquivó su oportunidad de hablar.
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