Las panaderías ocupan un rol principal en el mapa gastronómico argentino. El amigo más querido en un grupo es el que tiene la costumbre de pasar a comprar unas facturas antes de juntarse a tomar unos mates. Sin embargo, es probable que no conozcas la curiosa historia que esconden los nombres por los que conocemos a estos panificados.
Como primera instancia, ya el nombre “facturas” tiene un significado oculto. Argentina es uno de los pocos lugares en donde se le dice por este nombre a los productos de panadería, y su origen proviene del latín de la palabra “facere”, que significa “hacer”. Se cree que los panaderos eligieron este nombre para representar el trabajo artesanal y diario que les dedican a sus creaciones.
Vigilante: una de las facturas más populares y que no suelen faltar en ninguna docena. Probablemente la más simple de vincular con su origen, el cual nace como una burla a las fuerzas policiales.
Sacramentos: son muy similares a las medialunas, estas se acostumbran a rellenar con distintos fiambres y eso las hace únicas. Este nombre ironiza sobre los siete sacramentos de la iglesia católica: bautismo, confesión, eucaristía, confirmación, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio.
Cañoncitos: estas facturas que suelen estar rellenas con dulce de leche y espolvoreadas con azúcar impalpable son las favoritas de muchos. Su significado oculto es bastante similar al de los vigilantes, ya que apunta contra las fuerzas armadas. En este caso, y vinculado también a su forma, nace como una burla a los cañones del ejército.
Cremonas: se cree que el nombre lo obtiene de una región italiana homónima, pero que su particularidad está en la forma. Con algo de imaginación podemos ver que este panificado son similares la unión de varias letras A, el símbolo del anarquismo.
Bolas de fraile y suspiro de monja: Esta factura tiene una infinidad de denominaciones en todo el mundo, siendo berlinesa uno de los más populares. Se cree que los miembros de la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos aprovecharon un nombre anterior de este panificado para transformarlo en una burla a la iglesia. La denominación previa era “borlas de fraile”, que alude a una parte de la vestimenta eclesiástica que tiene forma similar a la factura. Tan solo con sacarle una letra llegaron a titularlo como “bolas de fraile”, refiriéndose a los testículos de los sacerdotes y luego derivó en “suspiros de monja”, para terminar de evidenciar el mensaje que querían dar.
Con estos curiosos ejemplos, una vez más nos damos cuenta de la unión que existe entre la gastronomía y la cultura de cada lugar. Ahora la próxima vez que lleves facturas a lo de un amigo, también irás con una anécdota bajo el brazo.
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